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El despido

Del disco: Paraná entero

 

(Osiris Rodriguez Castillo)


Secundido Barbosa era mi amigo.


Cuando nací, ya estaba de pión en casa;


y dejé de gatiar pa´ dir priendido


de su modesto chiripá de apala.


Supe ser, de gurí, flor de cargoso.


No tenía prienda que me conformara,


y ái andaba Quindín, qu´era su apodo,


pescándome la luna en las cañadas.








Lo tengo bien patente en el recuerdo





de la noche´el asalto de la estancia;





fortín de piedras que melló en sus tiempos
mucho malón filoso de l´indiada.





Tata´bía acantonao, pa´defenderse,





su personal de crédito en las casas;





y mama, como encinta de la muerte,





pasiaba un delantal preñao de balas.











Yo dentré a tener miedo, pero en esas,





al rejucilo anaranjao di un arma,





lo ví´ a Quindín Barbosa hecho una fiera,
meta trabuco al lao de mi ventana.





Y el miedo se me jué; m´entró sueñera,





y al bárbar baroro de las descargas,





clavé el pico y soñé la noche entera,





que aquel gaucho era´l Angel de la Guarda.
Pasó lerdiando el tiempo, que´s el modo





que tiene de pasar por la campaña,





y en mi amigo hallé un máistro que gustoso
me diba rasquetiando l´inorancia.






M´enseñó a hacer trencitas y retobos,





y enriedao en los tientos y las pláticas,
me dio el secreto ´e la virtud del criollo,
que es ser juerte y sobao, como las guascas.
Y era de comedido y bondadoso...
De recorrer el campo, siempre tráiba





p´al \"patroncito\", una periá o un zorro,
o algún pichón de tero o de calandria.





Nunca viá olvidar la tarde aquella





cuando él jué a racionar la caballada,





y yo, atado al tilín de sus espuelas,





me arrimé a pirichar cómo lidiaba.





Enllenó un imbornal pal doradiyo,





que´ra un diablo importao, orgullo e´tata,
idioso el condenao y decidido





pa´distribuir los dientes y las patas!






Ni me le había arrimao, cuando ví el brillo
de sus ojos salvajes, odio en llamas,





me abrasó la clinera; los colmillos





rajaron como un trapo la distancia.





Sentí un derrumbe y me asombró el padrillo
pataliando en el suelo entre boquiadas,





mientras el puño alzao de Secundino





era un ñudo en la lonja de la guacha.





Y ái tiene, ¿ve?, por eso jué el despido.
El puro había costao su güena plata,





y el hombre no explicó lo sucedido,





porque quedaba mal que lo explicara.






Salió del escritorio como ido...





Ya estaba en el palenque´l malacara





y se puso a ensillarlo dispacito,





como quien gusta revisar las garras...





Dispués armó un cigarro; en rudo mimo





me palmió la cabeza; la mirada





se l´enllenó de estrellas... Dio un suspiro,
y se secó la frente con la manga.





Ganao por un apuro repentino,





hizo caracoliar al malacara,





y agarró por la güeya al trotecito...





Yo, recién compriendí lo que pasaba,





y no sabía qué hacer ¡era tan chico!





La pena m´hizo un ñudo en la garganta





que redepente desaté en un grito;





el sol voltió a mi lao la sombra e´tata:

¡Se va, tatita, se me va´l amigo!





¿Quién va´pescar mi luna en las cañadas,
cuando el viento cerrero traiga arisco





sus tropillas de miedo hasta mi almohada?
Y desfleque el chilcal los alaridos





del lobizón, y tiemble la perrada.





No va´star el trabuco´e Secundino





como un sol de coraje en mi ventana.





Jué pa´salvarme que mató al padrillo!





me jué a morder y el, l´abajó la guacha!
Como él dijo dispués:\"estaba escrito...\"
¿Me lo va´echar; al Angel de la Guardia?
Tata era un hombre güeno, compriensivo,





le dolió aquello, ¿sabe?.
Sin palabras, salió hasta la portera;
dio un chillido,que la brisa de la tarde llevo l`anca
y sofreeno el bagual de secundimo





con un tirón que lo sentó en las patas!





Corrió pa´regresar, eco ´e cariño





recogiendo el largor de la llamada...





--\"Mande, patrón...





--Quedate, Secundino,





el muchacho no quiere que te vayas.





 

 

 

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